Queridos modales: A mi marido y a mí nos invitan a menudo a fiestas de otras parejas. Todos somos hombres mayores homosexuales.
Un miembro de esta pareja parece tener problemas cognitivos. Les cuenta a todos en la sala los mismos chistes largos, habla una y otra vez sobre sus puntos de vista religiosos y políticos, y siempre termina ofendiendo a alguien en la sala. Ya no tenemos excusas para faltar a estas fiestas y, a veces, solo asistimos una o dos horas, principalmente por simpatía hacia mi esposo. Tiene un buen buffet y debe estar luchando con las tareas de su marido. Cuando participo varias veces, traigo regalos. No queremos decirles a nuestros maridos por qué no queremos asistir a una próxima fiesta por miedo a ser crueles. Tanto mi esposo como yo tenemos discapacidades que nos impiden divertirnos. Incluso si puede, invitarlos puede provocar distracciones, divorcios o algo peor.
¿Tiene alguna idea sobre una mejor manera de lidiar con todo esto? ¿Somos gente pobre que no corresponde?
Amable lector: Aparentemente alguien dijo que era una virtud ser honesto con el anfitrión acerca de por qué le tienes miedo a una fiesta, y esa no fue Miss Manners. Se siente aliviada de que no hayas hecho eso.
Suponer que era para justificar sentirse bien por quedarse en casa, eso no sólo sería cruel, sino también irrespetuoso y egoísta. Tampoco tendría sentido profundizar en esta cuestión, ya que los cónyuges no discapacitados desconocen el impacto que el comportamiento de su pareja tiene en su vida social.
La virtud está en lo que haces. Es decir, simpatiza con uno de los cónyuges y tolera la mayor parte posible del comportamiento del otro porque cree que no puede controlarlo.
Las preguntas deben dirigirse a Miss Manners en missmanners.com, por correo electrónico a dearmissmanners@gmail.com o por correo postal a Miss Manners, Andrews McMeel Syndication, 1130 Walnut St., Kansas City, MO 64106.