Los científicos de Unige han identificado circuitos cerebrales que se originan en las dificultades sociales experimentadas por las personas con trastornos del espectro autista.
Desde el nacimiento, una supervivencia humana depende de su capacidad para interactuar con los demás. Esta capacidad, esencial para el desarrollo, indica que los niños con trastorno del espectro autista (TEA) están discapacitados muy temprano en la vida, y su interés en los estímulos sociales es limitado desde el primer año de sus vidas. Para comprender la base neurobiológica de este fenómeno, los científicos de la Universidad de Ginebra (UNIGE) combinaron datos de la investigación clínica y animal. Identificaron defectos en la vía de comunicación entre dos estructuras cerebrales que evitan la rápida redirección de la atención, un mecanismo importante para descifrar las interacciones sociales. Estos resultados, publicados en la revista Molecular Psychiatry, allanan el camino para mejores predicciones de desarrollo e intervenciones más específicas.
Actualmente, uno de cada 36 niños desarrolla el trastorno del autismo, con un tercio de ellos en riesgo de deterioro cognitivo.
“En los niños que muestran demoras, la dificultad cognitiva es el resultado de la falta de comprensión de la interacción social”, explica Camila Bellone, profesora asociada en la Facultad de Neurociencia Fundamental en la Escuela de Medicina Unigae y coautora del estudio. ” Aprendemos a través de la interacción con los demás. Los niños pequeños con TEA no están dirigidos a las señales sociales muy temprano, lo que hace que sean menos propensos a desarrollar herramientas que les permitan navegar y aprender sobre el mundo de la sociedad. “Las consecuencias de esta falta de interés social en el desarrollo son bien conocidas, pero las causas neurobiológicas son menores.
Investigación en redes cerebrales utilizando modelos de ratones
En la Escuela de Medicina Unige, el Centro de Investigación de Neurociencia para la Salud Mental reúne a los neurocientíficos y psiquiatras en una red colaborativa. Este intercambio de experiencia ha llevado a grandes descubrimientos para comprender la naturaleza de la interacción social. La capacidad de mantener la interacción social depende de la velocidad a la que un estímulo puede prestar atención a otro.
En ratones que carecen del gen Shank3, observamos la falta de orientación para otros ratones, la causa única más común de ASD que se encuentra en los humanos. Esto refleja los cambios en las interacciones sociales ya descritas en niños con TEA. Por lo tanto, estos ratones representan un buen modelo para el estudio de TEA. “
Marie Scheer, coautora del estudio, Marie Scheer, Escuela de Psiquiatría, Escuela de Medicina Unigen e Investigación.
Sincronización neuronal discapacitada
En estudios anteriores, el equipo de Camilla Bellone identificó vías de comunicación neuronal, que son la transmisión de información entre colaturas superiores, particularmente estructuras cerebrales asociadas con la orientación social y regiones topográficas ventrales vinculadas a los sistemas de recompensas. “Esta vez, en un modelo de ASD de ratón, pudimos demostrar que la falta de sincronización del nervio anular superior altera el intercambio de comunicación entre dos regiones cerebrales, lo que lleva a defectos en la orientación individual y el comportamiento social”. Estos experimentos se realizaron in vivo utilizando microscopios miniaturizados que permiten el monitoreo de la actividad neuronal en animales en movimiento. Fueron celebrados por los coautores de investigación, el concurso Alessandro Abir e investigadores postdoctorales en el laboratorio de Camila Bellone.
Protocolos específicos para niños con TEA
Para confirmar esta hipótesis en humanos, Nada Kohovich, investigadora del equipo de Marie Scheer y co-dirista del estudio del estudio, desarrolló un protocolo original para obtener una resonancia magnética cerebral sin sedación en niños de 2 a 5 años. “Es claramente imposible pedirles a esos niños pequeños que los dejen inmóvil en un escáner de resonancia magnética durante los 30 minutos necesarios para obtener la imagen”, explica. “Por lo tanto, instalamos una sala de resonancia magnética y trabajamos en estrecha colaboración con nuestras familias para proporcionar las mejores condiciones para que nuestros hijos se duerman.
Los dos equipos observaron que los cambios de circuito identificados en ratones eran idénticos en los niños. Además, el nivel de conexiones en este circuito permite predecir el desarrollo cognitivo en el año siguiente. Aunque todavía es imposible intervenir directamente en esta red cerebral, este hallazgo proporciona una guía para las intervenciones conductuales. En particular, fortalece la capacidad del niño para centrarse en algo de uno a otro desde una edad temprana. El método de tratamiento intensivo desarrollado en los EE. UU. Y utilizado en Ginebra, que lleva 20 horas a la semana durante dos años, ya ha demostrado su valor. La intervención temprana permite a los niños ganar un promedio de 20 puntos IQ, con un 75% yendo a la escuela regular.
salsa:
Referencia del diario:
Attincebile, A., et al. (2025). Enfoque de investigación traslacional para los trastornos de orientación social en el autismo: el papel de una vía de presión de la piel-ventral de Colll superior. Psiquiatría molecular. doi.org/10.1038/S41380-025-02962-W.