Menos de una semana después de que el vicepresidente JD Vance compartiera su inauguración con el cardenal católico principal, surgió una grieta entre Vance y la Conferencia Americana de Obispos Católicos. Vance acusó a los obispos de restablecer “inmigrantes ilegales” por fondos federales, causando críticas al cardenal Timothy Dolan.
Vance evocó el concepto de “viejo amoris” para justificar la política de inmigración de la administración Trump, provocando respuestas mixtas de académicos y líderes católicos. Algunos apoyan la actitud de Vance, mientras que otros argumentaron que la enseñanza católica enfatiza que ayuda a extraños a preocuparse.
La grieta refleja una división más amplia dentro de la comunidad católica de Washington. Los cambios en la administración mostraron un cambio en la dinámica del poder católico, con voces conservadoras cada vez más prominentes.
La inmigración no es el único problema de dividir a los católicos de alto nivel. Como se puede ver en las opiniones contrastantes sobre las órdenes ejecutivas recientes, también hay un desacuerdo agudo con respecto a la inclusión LGBTQ+.
Vance continúa atrayendo teología católica en su discurso político, citando a los antiguos teólogos que apoyan su posición sobre la libertad religiosa y la conciencia.
La comunidad católica permanece dividida en problemas sociales clave, enfatizando las complejas interacciones entre la fe, la política y los valores de Washington.